Marruecos es un país geográficamente cercano a Europa, y a la vez tan relativamente distinto del continente europeo, que una visita al reino alahuita supondrá siempre para el viajero el grato descubrimiento de una cultura rica, diversa en matices y ciertamente diferente de la cultura occidental. En este artículo nos iremos de ruta por el norte de Marruecos y te iré informando sobre los sitios más emblemáticos que no te puedes perder.
Si bien Marruecos, como hemos comentado otras veces, se ha modernizado de manera muy veloz y evidente, no es menos cierto que el país conserva de forma bastante patente sus costumbres y su forma de vivir tradicionales, especialmente en el mundo rural y en las ciudades de tamaño medio.
En esta ocasión, realizaremos un recorrido por el Norte del Marruecos. Te recomendaremos los 5 lugares que consideramos que son los más representativos de la región, y que constituyen una muestra más de la diversidad del país, de su pasado colonial -sobre todo español, en este caso- y de la capacidad de las gentes para mantener su estilo de vida, resistiendo las inevitables influencias del exterior.
Un poco de historia reciente: el Protectorado Español en Marruecos
En 1912, Francia y España firman el tratado de Fez, por el que se establece el Protectorado español en Marruecos, y que abarcaba fundamentalmente la zona norte del país y algunos territorios al sur. El periodo del Protectorado se extendería durante varias décadas hasta el año 1956.
Nadie puede poner en duda que las realizaciones materiales francesas en Marruecos superaron a las españolas, en parte porque el territorio asignado a Francia era más fértil, rico y pacífico que el norte del país. Determinadas zonas del norte, en especial el Rif, se mostraron particularmente contrarias a la ocupación española, por lo que en los primeros años de Protectorado, hasta aproximadamente 1927, España se ocupó principalmente de pacificar la zona, lo que fue en detrimento de otras inversiones más productivas.
No obstante, la huella del Protectorado es aún muy visible en la zona. El idioma español es hablado, y sobre todo comprendido, en Tetuán, Larache o Asilah; multitud de letreros comerciales y nombres de calles hacen referencia al pasado colonial español; finalmente, los vestigios coloniales se reflejan en la arquitectura y en el urbanismo del ensanche de las ciudades, en forma de iglesias católicas, un trazado urbano característico, y la presencia de edificios residenciales y públicos singulares, aún hoy en uso.
Posteriormente, tras la independencia de las metrópolis francesa y española, la región se vio desfavorecida, marginada y en cierto modo olvidada por el propio estado marroquí. Este atraso relativo ha permitido mantener en muchos aspectos sus costumbres, forma de vida y aspecto físico en la zona, pero ha perpetuada de alguna manera las tensiones entre la región y el Estado central.
Antes de partir
Moneda
La moneda local es el dirham marroquí, que equivale aproximadamente a 0,1-0,11 euros. Es decir, que por euro recibirás unos 10 -u 11- dirhams.
El cambio, en ciudades como Tánger o Tetuán, lo puedes realizar en casas de cambio de locales que ofrecen, habitualmente, un mejor tipo de cambio y menores comisiones.
Precios
El Norte de Marruecos es económico, sobre todo fuera de las zonas más comerciales y céntricas de Tánger. Es recomendable, e incluso necesario, negociar el precio en los comercios y pedir la carta de precios en los restaurantes. Esto último evitará sorpresas en la cuenta y posibles malentendidos.
Idioma
En el Norte de Marruecos se habla, en las calles, el dariya o árabe marroquí, que es un dialecto oral del árabe; también se habla el amazight– comúnmente llamado bereber- en sus diversas variantes dialectales, como el rifeño.
El español está muy extendido, dada su cercanía a España, y por ser parte de la zona del antiguo Protectorado. Por su parte, el francés es lengua cooficial, si bien, en el norte es menos hablado que en el resto del país.
¿Cuándo viajar?
Recomendamos viajar entre octubre y mayo, cuando las temperaturas no son extremas.
El verano en las zonas de interior puede ser muy seco y muy caluroso, con temperaturas que pueden superar los 40 grados a la sombra algunos días.
En las zonas de costa, como es el caso de Asilah, Larache y Tánger, se puede disfrutar de baños en el mar y playa desde aproximadamente abril hasta septiembre. En estas zonas, el verano es algo menos caluroso y más soportable gracias a las brisas del Atlántico.
¿Cómo llegar y cuándo ir?
Te propongo dos maneras sencillas de alcanzar el norte de Marruecos, y ambas pasan por llegar a Tánger.
– Por mar –
Se puede cruzar el Estrecho desde Tarifa o Algeciras, dos ciudades españolas situadas frente a las costas de Marruecos.
A mí me gusta especialmente partir de Tarifa, porque el viaje es más corto – en torno a una hora- y se llega directamente al puerto de Tanger Ville, muy cercano a la Medina y al corazón de la ciudad. El coste del billete ronda los 60 o 70 euros, ida y vuelta; la compañía más conocida es FRS.
-Por aire –
El aeropuerto de Tánger Ibn Battouta está relativamente bien conectado con distintas ciudades europeas e incluso algunas compañías low cost vuelan a la ciudad. El aeropuerto está situado a unos 10 kilómetros Tánger y podemos llegar en taxi por uno 10 o 15 euros.
Ruta por el Norte de Marruecos: 5 lugares imperdibles
1. Tánger, ciudad internacional.
La ciudad de Tánger y sus alrededores merecería por sí misma un viaje de varios días para conocerla y degustar con tranquilidad su ambiente ajetreado y marcadamente cosmopolita, en la que es probablemente la ciudad en mayor ebullición del país, y las más abierta a occidente y al comercio internacional. Su situación privilegiada y estratégica, a las puertas del Mar Mediterráneo, así como su estatus de ciudad internacional durante determinados periodos del siglo XX le confieren un carácter acogedor, excepcionalmente diverso y, por tanto, al gusto de casi cualquier tipo de viajero. No en vano, Tánger ha sido ciudad de paso y de acogida de multitud de escritores de renombre, entre los que se cuentan Paul Bowles, Jack Kerouac o William Burroughs, quien afirmaba que “era uno de esos raros lugares en el mundo donde puede hacer uno lo que quiera”.
Uno ruta con lo imprescindible para un día.
Nada más llegar al puerto de Tanger Ville desde Tarifa, lo primero que contemplamos es el cuasi mítico Hotel Continental, elemento crucial en la historia de la ciudad, por su situación y por su historia. Es posible, sin estar alojado, visitarlo y tomar algo en la terraza con vistas a la enorme bahía ovalada de Tánger, con Europa al frente. Detrás del hotel, lo que tenemos es la Medina, a la que se accede por callejuelas que parten del lado izquierdo del Continental.
La Medina de Tánger no es quizá comparable a la de otras ciudades del país, en términos de arquitectura y tradición, pero es de gran tamaño, y verdaderamente es enorme la oferta de productos que se pueden encontrar, desde souvenirs hasta especias y elementos decorativos al estilo del Magreb.
Subiendo por la calle principales de la Medina atravesaremos el Zoco chico (petit socco), pequeño enclave de la ciudad vieja donde contemplar el ir y venir de las gentes y aprovechar para probar el té a la menta.
Continuando por la calle principal que sale del Zoco chico desembocaremos en el Zoco Grande – oficialmente la Plaza de 9 abril 1947 (Placed du 9 avril 1947-), una de las más emblemáticas de la ciudad, y en la que podemos ver el edificio del Cinema Rif, la Gran Mezquita y el ir y venir de tangerinos y turistas curiosos.
Cerca de esta plaza, en una callejuela con escaleras que conduce al mercado, un restaurante especializado en pescado se ha hecho muy popular, Le saveur du poisson (Escalier Waller, 2). Si se quiere algo menos turístico, en la Medina existen pequeños rincones donde comer, pero hay que buscarlos con paciencia y comprobar que los comensales sean en su mayor parte habitantes de la ciudad.
Desde la Plaza 9 de abril comenzamos a remontar por la calle de la Libertad (rue de la Liberté) en dirección a la Ciudad Nueva. Pasaremos delante de otro mítico hotel de la ciudad, El Minzah, que igualmente es posible visitar sin estar alojado y tomar algo en su patio interior, y llegaremos a la Place de France, donde se encuentran el Consulado de Francia y el también muy conocido Café Place de France.
Desde la Place de France, hacia la izquierda, se accede al Boulevard Pasteur, arteria principal de la ciudad, plagada de cafés, hoteles, perfumerías como la popular Madini y alguna librería de interés como la librairie des Colonnes, donde adquirir por ejemplo las obras de Mohamed Chukri, que describió toda la dureza oculta al visitante de la vida tangerina en novelas como El pan a secas. Se puede avanzar hasta la esquina de la Casa de España y el Hotel Rembrandt, donde se inicia la Avenida Mohammed V, y comprobar hasta qué punto la ciudad se ha desarrollado y como los ciudadanos parecen invadir las calles hasta casi dificultar el caminar.
Desde la Place de France, pero subiendo hacia la derecha, continuamos hacia el barrio de Iberia, quizá de menor interés turístico, pero que destaca por su tranquilidad y por la presencia española -el Instituto y del Colegio Español, el Instituto Cervantes, el Consulado Español, y el lugar de residencia de muchos funcionarios españoles. También acoge la Mezquita de Mohammed V y la Catedral española.
Desde Iberia en dirección al mar, es interesante desviarse hacia la Kasbah, perderte por el laberinto de calles y murallas que caracolean, y disfrutar de las mejores vistas sobre Estrecho de Gibraltar. Destacaríamos, además de pasear sin rumbo, merodear por el Palacio Real, tomar té a la menta en el Café Hafa -que algunos dicen que es el café de la novela de Coelho El Alquimista– y visitar, si el tiempo lo permite, el Museo de la Kasbah.
Por último, desde la Kasbah, se puede descender tranquilamente de nuevo a la Medina para terminar en el punto de partida, el Hotel Continental. Si aún disponemos de tiempo, el paseo marítimo, o Avenida de Mohammed VI, y la playa urbana de Tánger se abren ante nosotros. Un sinfín de hoteles, restaurantes y discotecas donde acabar el día o la noche, conforman el ambiente de la zona.
2. Tetuán: la paloma blanca.
Desde Tánger, es posible tomar un bus en la estación de autobuses -la gare routière– o coger, en esa misma estación, un grand taxi, que nos llevaran hasta Tetuán. En poco más de una hora, aproximadamente. En cuanto a los autobuses, podemos optar por la CTM, más confortable, o tomar el primer bus que salga, cuando el conductor lo considere, quizá menos cómodo, pero más económico. Respecto de los grands taxis, lo ideal es compartirlo con el resto de viajeros comprando una plaza –o dos, si prefieres ir menos apretado-.
Aunque en los últimos tiempos la exitosa novela “El tiempo entre costuras” ha aumentado las visitas de los turistas españoles, Tetuán no se ha caracterizado nunca por ser una ciudad turística, a pesar de sus indudables encantos y a pesar, o gracias a una muy marcada autenticidad.
La ciudad, capital del antiguo Protectorado, es conocida con el sobrenombre de la paloma blanca, seguramente porque una parte muy significativa de las construcciones y la primitiva muralla de la ciudad están pintadas en blanco y se extienden a lo ancho de las laderas de monte bajo hasta el valle del río Martil.
La Medina
La medina de Tetuán, en palabras de la prensa española y la Unesco es, sin duda, la Medina más completa, más auténtica y mejor conservada de Marruecos, aunque no sea de las mayores del país. Lo cierto es que fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1997 y conserva en gran medida la estructura original del siglo XV, por lo que pasear por sus callejuelas es un poco como viajar en tiempo.
El semblante encalado de la Medina presenta indiscutiblemente un aspecto andalusí, consecuencia del intercambio cultural desde hace siglos y de la oleada de refugiados que allí se instalaron procedentes de España debido a las expulsiones de judíos y musulmanes decretadas por las sucesivas monarquías españolas.
Las pequeñas plazas, los zocos con todo tipo de productos, los hornos de pan, los artesanos y los vendedores bereberes vestidos con sus coloridas ropas tradicionales, que venden sus productos locales, merecen un paseo relajado y atento por sus callejuelas serpenteantes y laberínticas.
El Ensanche
La ciudad nueva de Tetuán, de estilo colonial español, es conocida como el Ensanche, en referencia a los desarrollos urbanos de las ciudades españolas durante los siglos XIX y XX. Su aspecto es muy similar al de una ciudad andaluza de los años cuarenta, combinando la tradición mediterránea con la marroquí. Constituye, sin lugar a dudas, la una de las huellas más relevante de la presencia española en Marruecos.
Quizá la plaza de Mulay El Mehdi -antigua plaza Primo– sea hoy el punto más interesante y agradable del Ensanche. En ella se encuentran algunos edificios emblemáticos como la iglesia católica de Nuestra Señora de la Victoria, las oficinas de Correos -La Poste Maroc-, el Café de París y edificios residenciales de estilo puramente colonial.
La avenida Mohamed V y la plaza Hassan II
La arteria principal del barrio, que comunica la plaza Mulay El Mahdi con la plaza del Palacio real llamada plaza el Mechouar, Feddan o Hassan II.
Recorrer esta calle es viajar al periodo colonial de los años 30, sumergirse en cafés y comercios de otra época y deleitarse con las fachadas en blanco, verde adornadas de balcones, cristaleras, cornisas, forjas y esquinas de ensueño.
Un edificio igualmente emblemático y representativo de la zona es el Edifico de La Unión y el Fénix, cuya torre central se encuentra coronada por la emblemática escultura de la compañía, al estilo de la que se encuentra en la Gran Vía madrileña.
Restaurante La Unión
Para comer os recomiendo, justo a la espalada de Avenida Mohamed V y del edificio Fénix, el Restaurante La Unión. Se trata de un restaurante eminentemente popular, con una carta a base de platos típicos marroquíes y pescado frito, ya que Tetuán se encuentra a muy pocos kilómetros del mar.
3. Chefchouen: el azul es el protagonista.
A una hora aproximadamente de Tetuán, en dirección al interior del país, se encuentra la hermosa población de Chefchouen. Para llegar puedes probar a compartir un Grand Taxi, como te hemos explicado antes, o bien tomar un autobús.
El camino recorre las montañas del Rif, que han sido tradicionalmente tierras de monte bajo, agrícolas y ganaderas. Así mismo, la zona ha sido tradicionalmente una gran productora de kif, de donde se extrae la resina de hachís, lo que ha atraído la atención de muchos los extranjeros, a veces en detrimento de la propia ciudad, que es de una belleza sencilla e hipnótica que, por si sola, merecen una visita. Nada más llegar, por tanto, lo que se constata es una afluencia turística mayor que en Tetuán, que es una ciudad más cerrada hacia sí misma.
La visita a Chefchauen se realiza fácilmente en un día, pero no está de más pernoctar en la ciudad para pasear con calma y poder disfrutar la brisa nocturna, especialmente si la visitamos en verano.
Lo ideal es perderse por la Medina, pintada en el color azul característico de la ciudad.
Para comer y reponer fuerzas del paseo, nada mejor un couscous en algún restaurante tradicional. Nosotros recomendamos Casa Hassan (Chez Hassan), que destaca por calidad y buenos precios.
Desde la Medina, podemos dirigirnos al tomar café o un té a la menta en la Plaza Outa el Hammam, principal plaza y centro neurálgico de la ciudad, desde donde visitar la imprescindible Kasbah, cuyo edifico, envuelto en jardines, se encuentra restaurado y en excelente estado de conservación, y ofrece unas vistas inmejorables de los tejados y de las colinas circundantes.
4. Asilah: la colonia portuguesa del Norte de Marruecos.
En autobús, en tren o en taxi compartido, desde Tánger se llega en menos de una hora a la pequeña pero incontestablemente encantadora Asilah.
Asilah se recorre fácilmente en una mañana. Antes de adentrarse en la ciudad vieja, se puede pasear por sus alrededores, conocer el mercado de abastos, la Iglesia de San Bartolomé, el paseo marítimo y comer en algunos de los restaurantes frente al mar, entre los que destacan incluso algunos locales de origen español que sirven buenos platos de pescado fresco -Casa García y Casa Pepe-.
La Medina, por su parte, se encuentra amurallada y a sus muros viene a desembocar el Atlántico y a romper las olas cuando la marea es alta. Las calles de la Medina son limpias, coloridas y en general, tranquilas. Así mismo, la antigua presencia de los portugueses se hace patente en elementos arquitectónicos como las murallas y la Torre de Menagem.
5. Larache: el puerto del Protectorado.
Larache se encuentra a unos 40 kilómetros de Asilah, siguiendo la misma carretera de la costa que viene de Tánger. Para llegar será necesario tomar un taxi compartido desde Tánger o Asilah.
Un poco alejada de los circuitos turísticas, en nuestra opinión no le faltan atractivos, aunque hoy sea una ciudad en cierta decadencia y donde se constata de manera más patente que estamos en África, y que incluso en países como Marruecos, la pobreza y la desigualdad son males endémicos aún sin resolver.
La huella del Protectorado en Larache es más que evidente, aunque se reduzca a una pequeña parte de la ciudad. Así, los letreros, carteles, menús y fachadas se encuentran repletos de palabras en español o derivadas del mismo.
La plaza que indiscutiblemente recuerda el pasado colonial es la Plaza de la Liberación (place de la Libération), aun llamada por los locales plaza de España. Las fachadas de los edificios y los letreros invitan a soñar con una sociedad local diversa en costumbres, maneras de ser y plurilingüe, aunque la verdadera historia fuese más bien la separación étnica y la dominación de los ocupantes sobre los ocupados.
Desde la Plaza de la Liberación, atravesando la puerta hispano-morisca de Bab Barra se accede a la Medina de la ciudad, que se inicia con el pequeño zoco o petit souk. Este zoco resulta tremendamente atractivo por su forma triangular, los colores blanco y azul añil y los soportales que esconden pequeñas tiendas, artesanos y paseantes. Desde ahí podemos visitar la Gran Mezquita, la Madraza -escuela coránica-, la puerta de la Alcazaba, y pasear por las callejuelas estrechas, frescas, que parecen cerradas sobre sí mismas, hasta llegar a la plaza de Majzen, situada junto al Alcázar. Desde este emplazamiento hay una vista esplendida del puerto, el estuario y el conocido como castillo de la cigüeña.
Por último, desde la Plaza de la Liberación donde iniciamos la vista, descendiendo hacia el mar se llega al Paseo de la Corniche Atlantique, establecido durante el protectorado, y con vistas sobre el Atlántico.